Todo empieza de manera semejante, los comienzos no suelen ser muy diferentes unos de otros. Aderezados con más o menos romanticismo, no dejan de ser un contacto entre dos personas del sexo opuesto que por h o por b, deciden intimar mutuamente.
La principal diferencia reside en el hecho de que los hombres cazan y las mujeres se dejan cazar. Posiblemente esto sea debido a influencias sociales, normas que no se encuentran escritas en ninguna parte y que nos dicen que los hombre deben dar el primer paso y las mujeres lanzar mensajes subliminales que denoten sus deseos de ser “cazadas”.
Naturalmente, las generalizaciones no son acertadas de ninguna manera. Divido el género masculino en varios subgrupos de los cuales tomaré únicamente uno como objeto de este estudio: los hombres fóbicos al compromiso.
Este tipo de individuos se caracteriza por su rotunda negativa a establecer una relación minimamente formal con una mujer. Son los que más abundan y su generación puede ser espontáneo o provocada, es decir, los hay que nacen siendo como son y los hay que terminan siendo como son por circunstancias de la vida (entre estas circunstancias destacan las relaciones de larga duración que terminaron con un estrepitoso fracaso).
Las mujeres que topan con este tipo de sujetos también se dividen en dos subgrupos: las que piensan que podrán controlar la situación y las que piensan que podrán cambiarla. Daré, aprovechando la ocasión, un pequeño consejo para todas aquellas pequeñas crédulas que aún piensen que se puede cambiar a un hombre: La gente nunca cambia, solo disimula. Un hombre que teme al compromiso, lo temerá siempre y nada ni nadie podrán cambiar eso. Un tipo que ha quedado marcado por una ex novia, nunca volverá a ser quién era. De hecho, estos últimos son potencialmente peligrosos.
Las que se engloban dentro del primer grupo son mujeres que reniegan de todo lo que la sociedad ha establecido para ellas. No creen en el amor y tienen la seguridad de que podrán ser peores que cualquier tipejo que se cruce en su camino. Nunca digas nunca.
La principal diferencia reside en el hecho de que los hombres cazan y las mujeres se dejan cazar. Posiblemente esto sea debido a influencias sociales, normas que no se encuentran escritas en ninguna parte y que nos dicen que los hombre deben dar el primer paso y las mujeres lanzar mensajes subliminales que denoten sus deseos de ser “cazadas”.
Naturalmente, las generalizaciones no son acertadas de ninguna manera. Divido el género masculino en varios subgrupos de los cuales tomaré únicamente uno como objeto de este estudio: los hombres fóbicos al compromiso.
Este tipo de individuos se caracteriza por su rotunda negativa a establecer una relación minimamente formal con una mujer. Son los que más abundan y su generación puede ser espontáneo o provocada, es decir, los hay que nacen siendo como son y los hay que terminan siendo como son por circunstancias de la vida (entre estas circunstancias destacan las relaciones de larga duración que terminaron con un estrepitoso fracaso).
Las mujeres que topan con este tipo de sujetos también se dividen en dos subgrupos: las que piensan que podrán controlar la situación y las que piensan que podrán cambiarla. Daré, aprovechando la ocasión, un pequeño consejo para todas aquellas pequeñas crédulas que aún piensen que se puede cambiar a un hombre: La gente nunca cambia, solo disimula. Un hombre que teme al compromiso, lo temerá siempre y nada ni nadie podrán cambiar eso. Un tipo que ha quedado marcado por una ex novia, nunca volverá a ser quién era. De hecho, estos últimos son potencialmente peligrosos.
Las que se engloban dentro del primer grupo son mujeres que reniegan de todo lo que la sociedad ha establecido para ellas. No creen en el amor y tienen la seguridad de que podrán ser peores que cualquier tipejo que se cruce en su camino. Nunca digas nunca.