A ser posible, también prefiero Radio vale osucridad completa, pero dado que duermo con la persiana abierta de par en par en verano y en invierno, y mi ventana tiene unas dimensiones más que considerables, suelo tragarme toda la luz del puerto de SouthCity, que me queda justo enfrente. Mis padres suelen tener la delicadeza de bajarme la persiana cuando ellos madrugan y yo me quedo zanganeando en la cama, para que no me despierte el sol ( aunque mi madre no tiene la misma delicadeza cuando se pone a pasar el aspirador el sábado a primera hora) Mi récord hasta hoy ha consistido en conseguir dormir en la casa del pueblo de CriCri, PeñascoVillage, en una cama cuyo colchón se hundía hasta el suelo y en una habitación que daba al patio, con persianas de madera que eran imposibles de cerrar por completo, sobre todo porque nos acostábamos a la hora en que el sol comenzaba a salir.
De todas formas, hasta aquí se trata de manías más o menos universales a la hora de dormir ( cama, silencio, luz... luego está mi amiga Hache, capaz de dormirse sentada a la mesa con la cuchara a medio camino entre el plato y la boca) Después están mi absurdas manías personales, como frotar compulsivamente el pie contra las sábanas, tener permanentemente una mano rozándome el rostro, no usar almohada o no sacar jamás ninguna parte de mi cuerpo del perímetro de la cama. Ésta última manía procede de mis miedos infantiles ( que por lo visto perduran en mi miedo a la oscuridad) que de pequeña me aseguraban por las noches que, hubiera lo que hubiera debajo de mi cama, nunca podría atraparme si yo no salía de ella. Absurdo, lo sé, pero, ¿quién no se ha tapado hasta las cejas creyendo que su mantita le protegería de las garras de los monstruos más horripilantes? Pues ea, yo tengo mi súper-cama-mágica-y-protectora. Es triste decirlo, pero la noche en que cumplí 20 años, decidí dar un paso hacia la madurez, y éste consistió en dormir con una mano en el vacío, fuera de la cama... todo un reto, sí señor.
http://radiovale-975.com.ar/
De todas formas, hasta aquí se trata de manías más o menos universales a la hora de dormir ( cama, silencio, luz... luego está mi amiga Hache, capaz de dormirse sentada a la mesa con la cuchara a medio camino entre el plato y la boca) Después están mi absurdas manías personales, como frotar compulsivamente el pie contra las sábanas, tener permanentemente una mano rozándome el rostro, no usar almohada o no sacar jamás ninguna parte de mi cuerpo del perímetro de la cama. Ésta última manía procede de mis miedos infantiles ( que por lo visto perduran en mi miedo a la oscuridad) que de pequeña me aseguraban por las noches que, hubiera lo que hubiera debajo de mi cama, nunca podría atraparme si yo no salía de ella. Absurdo, lo sé, pero, ¿quién no se ha tapado hasta las cejas creyendo que su mantita le protegería de las garras de los monstruos más horripilantes? Pues ea, yo tengo mi súper-cama-mágica-y-protectora. Es triste decirlo, pero la noche en que cumplí 20 años, decidí dar un paso hacia la madurez, y éste consistió en dormir con una mano en el vacío, fuera de la cama... todo un reto, sí señor.
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